martes, 6 de noviembre de 2012

¿Es el aprendizaje algo tan trivial que se puede observar y medir con base en unas simples preguntas a propósito de unos contenidos cualesquiera?



Los términos enseñar y aprender son fundamentales en nuestra profesión, sin embargo, no siempre los docentes tenemos la posibilidad de profundizar en su significado. Es más, todavía en el siglo pasado, se emplearon como sinónimos de transmitir y recibir contenidos de una forma mecánica y pasiva desde ambas posturas (el que enseña y el que aprende). Los métodos de enseñanza empleados entonces evidencian la concepción de un estudiante único e idéntico, y a los contenidos como incuestionables y definitivos.
Desde esa concepción educativa no resulta extraño que se buscara, como evidencia de aprendizaje, que los y las estudiantes reprodujeran (por diversos medios) lo más fielmente posible aquello que habían aprendido (memorizado), y que el más exitoso en la escuela fuera quien demostrara una gran capacidad de retención de la información obtenida.
En ese sentido los exámenes y pruebas estandarizadas eran una poderosa herramienta para medir la cantidad de información que el alumno poseía.
Sin embargo, a través del tiempo se ha demostrado que los procesos de enseñar y aprender son altamente complejos, y que en ellos intervienen un sinnúmero de factores que les definen.
En la actual reforma educativa mexicana, como ya se ha mencionado en forma abundante, la propuesta, o mejor dicho la apuesta, cuando menos en el discurso, es el desarrollo de competencias para la vida en los y las estudiantes desde la educación básica. El salto cualitativo es dejar de pensar en el aprendizaje desde una perspectiva instrumental y concebirlo con un enfoque holístico.
Desde esta mirada, la persona aprende en un contexto particular que determina sus valores, actitudes, conocimientos previos y experiencias vividas. Por otra parte, cada individuo pone en juego sus afectos y pasiones, su razón y hasta su sinrazón en el acto de aprender y, en consecuencia, puede interpretar, inferir y realizar operaciones mentales complejas dependiendo de la cantidad de esquemas mentales formados a través de su relación con lo que le rodea y su propia cosmovisión.
Lo anterior hace prácticamente imposible que una persona aprenda de manera idéntica a cualquier otra, y más aún, que sus intereses se centren en las mismas cuestiones que los demás, aunque éstos sean muy cercanos a su contexto.
El reto del profesor será, entonces, proponer situaciones que hagan un contenido interesante para sus alumnos, y formas de acercamiento diversas considerando sus individualidades para que cada uno de ellos le aprehendan desde sus propios esquemas.
Aquí empieza a parecer ilógico todo intento por estandarizar. Un programa arbitrario y basado en contenidos secuenciados deja de tener sentido para quienes aprenden; con mayor razón su presentación de una manera árida y carente de significados.
Consecuentemente una evaluación de las mismas características, es decir, que privilegie el contenido y que mida de igual manera a los estudiantes sin importar su personalidad, no puede dar cuenta de lo que hayan incorporado a su bagaje (quizás en este sentido no pueda hablarse de aprendizajes), y mucho menos de sus competencias.
Pruebas estandarizadas, como enlace o excale, son, desde esta perspectiva, instrumentos que no solo lesionan a los estudiantes, sino que nunca darán cuenta de los resultados educativos, si se quieren apreciar en términos de la capacidad del ser humano para enfrentar situaciones de vida en contextos múltiples. Será una enorme tarea para el sistema educativo la búsqueda de una forma de evaluación cingruente con los postulados teóricos y metodológicos que propone.

Concepciones de aprendizaje en el enfoque por competencias.



A lo largo del siglo pasado y principios de éste se han desarrollado, en diversas partes del mundo, una serie de estudios e investigaciones en torno a las formas de aprender del ser humano y, particularmente, el niño.Algunas de ellas han tenido importantes seguidores y replicadores en contextos particulares.
Los resultados de estas investigaciones (y sus réplicas) han servido a los gobiernos para determinar algunas reformas educativas más o menos profundas. México no es la excepción, aunque en nuestro país haya gran diferencia temporal entre los descubrimientos y la instrumentación de reformas.
Así, podemos identificar que la Reforma Educativa de 1972 toma como sustento una gran parte de la teoría conductista y la programación por objetivos. Los métodos de enseñanza se proponían en consecuencia. Las actividades propuestas eran repetitivas y mecánicas. La reflexión, la socialización y la negociación de significados con respeto a las diferencias individuales y contextuales no eran características de las escuelas.
Hacia finales de la década de los setenta, la de los ochenta e inicios de los noventa del siglo pasado se realizan en el país intentos de modificar la práctica de los profesores a partir de propuestas y proyectos interesantes que tomaban como sustento las teorías del aprendizaje por descubrimiento, del aprendizaje significativo, el cognoscitivismo, el constructivismo e incluso el aprendizaje social. Fue hasta 1992 que oficialmente se establece la Modernización Educativa, que en su aspecto pedagógico, retoma estas propuestas para hacerlas generales a todas las escuelas y aulas del país.
Se inicia entonces una importante política de formación de docentes que pretende dotarles de herramientas teóricas y metodológicas para promover en los y las estudiantes la construcción de aprendizajes significativos y relevantes, que chocó con la tradición pedagógica y la inercia de la forma de trabajo de los y las profesoras, además de con la concepción de formación inicial de profesores como terminal.
Es ya en el presente siglo que el Estado, frente a presiones económicas, políticas, culturales y sociales mundiales, vuelve la mirada al sistema educativo como la posibilidad de formación de individuos competentes para enfrentar la complejidad y rapidez de los procesos de cambio en distintos ámbitos, además con una actitud reflexiva y crítica que le permita resolver problemas.
Este modelo de ciudadano requiere ser formado de manera integral, es decir, se requiere un ser humano capaz de ser, hacer, conocer y convivir (o vivir juntos). Para ello, parece seruna formación a través de una metodología socio constructivista la que brinda las mayores posibilidades de cubrir todas estas expectativas.
Hablar de la competencia para la convivencia humana y la competencia para vivir en sociedad (acuerdo 592) implica reconocer al Otro y "aprender con otros" (aprendizaje colaborativo), recoger sus puntos de vista, además de socializar con "otros" (iguales o expertos), según lo mencionado por Pere Márquez y accionar en consecuencia.
La competencia para el manejo de la información tiene que ver tanto con la interacción de las ideas, representaciones y valores como con su procesamiento a partir del lenguaje (explicación y argumentación. El manejo de las situaciones está íntimamente relacionado con los aspectos anteriores.
Por último, y fundamentalmente, la posibilidad de generar aprendizajes a partir de la continua relación con el otro y con el contexto generará la posibilidad de un aprendizaje permanente, uno de los principales postulados de la actual reforma de la educación en nuestro país.
Si bien en el discurso parece tan claro y sencillo, el sistema educativo habrá que instrumentar una serie de políticas tendientes al logro de estos planteamientos, tomando como un aspecto principal la parte humana, para una sociedad mejor y no basada en la competitividad, sino en la competencia, concebida como la “Capacidad adaptativa, cognitiva y conductual que despliega un sujeto (sic)como respuesta a una demanda y que se observa en un desempeño concreto…que incluye un saber pensar para poder hacer, ser y vivir en sociedad”[1]


[1] Frade, Laura. La evaluación por competencias. P. 7

viernes, 26 de octubre de 2012

Diagnóstico



Introducción
En el siglo XXI, el Sistema Educativo Nacional, promueve, como el propósito educativo más relevante, la formación de competencias para la vida[1] en los estudiantes de educación básica, de tal modo que, cuando se incorporen a la vida adulta, sean capaces de enfrentar situaciones que le planteen retos que pueda resolver de forma satisfactoria.
Amén de todas las discusiones en torno a esta propuesta educativa, formulada a partir de la Reforma Integral de la Educación Básica, las principales competencias que se pretende formar en los estudiantes son aquellas que le permitan comunicarse en situaciones y entornos diversos. Ello porque, a partir de su desarrollo, se incide en las cinco competencias para la vida, expresadas en el Acuerdo 592 por el que se establece la Articulación de la Educación Básica, a saber, competencias para el aprendizaje permanente; para el manejo de la información; para el manejo de situaciones; para la convivencia y para la vida en sociedad.[2]
Para el logro de este propósito se han diseñado diversas estrategias que van desde el fortalecimiento de la asignatura de español en los planes y programas de estudio, hasta políticas específicas y alianzas con instancias externas al propio Sistema[3], en las que deben concatenarse los esfuerzos de diversos actores educativos (desde funcionarios hasta padres y madres de familia pasando por figuras directivas y docentes).
A partir de estas acciones, la escuela y su labor se han convertido en el punto de atención de quienes, desde diversas posturas, tienen relación con el fenómeno educativo. Así, en primera instancia el propio Sistema, pero también organizaciones externas, sociedad civil y medios de comunicación están pendientes de los logros académicos de los estudiantes.
Es frecuente escuchar, en el discurso, acerca de la importancia de la evaluación como una posibilidad de mejora de las condiciones educativas para un mayor logro académico de los estudiantes de nuestro país. Así, los directivos, profesores y estudiantes de todos los niveles educativos han sido sujetos de distintos tipos de evaluaciones en un intento por conocer tanto la cantidad como la índole de sus conocimientos.
Con el propósito de obtener “…información abundante y detallada que permita…adoptar las decisiones y políticas públicas necesarias para mejorar los niveles educativos”[4] México, país integrante de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), decide participar, a partir del año 2000, en el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA por sus siglas en inglés Programme for international Students Assessment) para evaluar en competencia lectora, competencia matemática y competencia científica, a estudiantes mayores de 15 años, es decir, que están por concluir la educación básica o que iniciaron la educación media superior. En este caso, la prueba se aplica a una muestra de estudiantes de tercero de secundaria y primer año de bachillerato. En este proceso participan tanto países miembros de la OCDE (como en el caso de México), como países no miembros, a partir de una solicitud, y se aplica cada tres años, con énfasis en una de las mencionadas competencias.
Para la OCDE la competencia lectora es “…la capacidad de un individuo para comprender, emplear, reflexionar e interpretar en textos escritos con el fin de lograr metas propias, desarrollar sus conocimientos y su potencial personal y participar en sociedad”[5], por lo que sus reactivos están diseñados “…para conocer las…habilidades, la pericia y las aptitudes de los estudiantes para analizar y resolver problemas, para manejar información y para enfrentar situaciones que se les presentarán en la vida adulta y que requerirán de tales habilidades”[6].
La primera vez que México participó en esta evaluación fue en 2009. En esta etapa, el énfasis se puso en evaluación de la competencia lectora.
Los resultados no son elocuentes, los puntajes obtenidos por los estudiantes evaluados fueron:
2000 (énfasis en competencia lectora)
2003 (énfasis en  com- petencia matemática)
2006 (énfasis en competencia científica)
2009 (énfasis en competencia lectora)
422
400
410
425
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos (exclusivamente de competencia lectora) obtenidos en www.pisa.sep.gob.mx

Lo que ubica a los estudiantes con una escolaridad mínima de 10 años en el nivel 1 en 2003 y el nivel 2 en las etapas restantes, lo que nos hace reflexionar en las características que adquiere la experiencia educativa en lo referente al uso del lenguaje, si en el primer nivel se ubican los y las estudiantes que “…solo pueden ubicar un fragmento de información, identificar el tema principal de un texto y establecer una conexión sencilla con el conocimiento cotidiano”[7], y en el segundo, aquellos que “…responden reactivos básicos como los que piden ubicar la información directa, realizar inferencias sencillas, identificar lo que significa una parte bien definida de un texto y utilizar algunos conocimientos externos para comprenderla”[8].
A pesar que en Puebla, en 2009, el promedio de 433 en puntaje fue ligeramente superior al promedio nacional (425), no se supera el segundo nivel, aunque sólo se encuentra por debajo de siete entidades federativas. Un análisis más fino nos mostraría fríamente que los promedios esconden las brechas más profundas.
Otra forma que emplea el Estado para conocer resultados educativos es la Evaluación Nacional de Logro Académico en los Centros Escolares (ENLACE), que cada año, de forma censal, es aplicada a los alumnos de tercero a sexto de primaria y los tres grados de secundaria, con el propósito de “…generar una sola escala de carácter nacional que proporcione información comparable de los conocimientos y habilidades que tienen los estudiantes en los temas evaluados…”[9]. Es menester decir que esta es una prueba estandarizada que explora básicamente los conocimientos (y no las competencias) adquiridos en las asignaturas de español y matemáticas, y cada año integra una tercera asignatura que varía rotativamente (2008 Ciencias, 2009 Formación cívica y ética, 2010 Historia, 2011 Geografía, 2012 Ciencias).
Los resultados de la aplicación del examen en 2012, a nivel nacional, nos arrojan dos datos interesantes que deben ser analizados con mayor detenimiento. Primero, que los y las estudiantes mexicanos de primaria no logran alcanzar ni siquiera en un 50% un nivel bueno y excelente en la asignatura de español (que se relaciona directamente con el desarrollo de las competencias comunicativas), pues es sólo un 41.8[10] quienes logran estos resultados y, segundo, que a pesar del establecimiento de la estrategia Leer para aprender, en la que intervinieron la SEP Federal y el Consejo de la Comunicación, no llegó a la meta planteada. Valdría la pena un análisis profundo del impacto mediático en los procesos de aprendizaje y desarrollo de las competencias comunicativas.
En el estado de Puebla los resultados son similares. Sólo el 41.7% de los y las estudiantes de tercero a sexto de primaria lograron ubicarse en los niveles bueno y excelente, mientras el resto de los alumnos examinados se ubican en los niveles insuficiente y elemental. En la escala nacional, Puebla ocupa el lugar número 12.
Aunque hay un claro avance al respecto de los resultados obtenidos en 2006, donde el porcentaje de alumnos con un nivel bueno y excelente era sólo del 18.9%, no es suficiente. El habla, la escucha, la lectura y la escritura no parecen ser aún prácticas cotidianas en la escuela que garanticen la comunicación y el aprendizaje permanente.
Es pertinente aclarar que este examen, en su carácter de estandarizado, se aplica a todos los alumnos inscritos al sistema educativo en condiciones similares sin tomar en cuenta las variables que imponen las condiciones económicas, culturales y sociales de proveniencia de los y las alumnas, lo que contradice profundamente el discurso oficial en torno a la equidad.
Por otra parte, la Encuesta Nacional sobre Prácticas de Lectura, realizada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, en 2005 y publicada en 2006, nos declara como un país de lectores precarios al señalar un promedio general de lectura 2.9 libros por habitante por año[11], aunque con algunas consideraciones de edad, sexo, escolaridad, condición socioeconómica, entre otras variables.
Una interpretación irresponsable de la información puede traer como consecuencia excesos discursivos como los vividos y atestiguados en los últimos años, en los cuales se afirma que la lectura, como una práctica social significativa no forma parte del común de los mexicanos. Otros más están plagados de afirmaciones en torno a la escasez de prácticas de lectura de la población en general y, aún más, de las dificultades que aquejan a un altísimo porcentaje de la población en edad escolar para comprender la lectura cuando se enfrentan a textos escritos.
Otra tendencia común es culpar a los docentes de los bajos resultados educativos, sin reconocer la multiplicidad de factores, internos y externos, que inciden en ello. Sin desconocer la importancia del entorno en el panorama anterior, es posible afirmar que hay otros elementos del propio sistema educativo que, de modificarse, posibilitarían el establecimiento de condiciones más adecuadas para la mejora del logro educativo.
El papel de la dirección y la supervisión escolar es nodal en este asunto. Una mirada desde la gestión estratégica, tal como la concibe la UNESCO, “…un conjunto de procesos teórico-prácticos integrados y relacionados, tanto horizontal como verticalmente, dentro del sistema educativo para atender y cumplir las demandas sociales realizadas a la educación”[12], nos presentaría un supervisor alejado de las prácticas tradicionales como “…enlace informativo de los procesos administrativos de la educación…(con) énfasis en los procedimientos técnico-administrativos, más que en aquellos de carácter técnico-pedagógico”[13], y cercano a una nueva práctica en la que se privilegien, además del fortalecimiento académico de los integrantes de su ámbito de trabajo, las “…formas de relación y valores que propicien una mejor interacción entre los estudiantes, padres de familia, directores y otras instancias de la estructura del sistema educativo, con el fin de transformar y mejorar la cultura escolar e institucional, para lograr, entre todos, una formación integral de calidad”.[14]
Sin embargo, a pesar de los intentos realizados por involucrar a los supervisores al ámbito académico para el ejercicio de un nuevo estilo de gestión que promueva las competencias directivas y docentes, sobre todo en lo que se refiere al desarrollo de las competencias comunicativas de los y las estudiantes de sus escuelas de influencia, el avance es lento. Baste saber que “A pesar que en repetidos foros se ha reconocido la figura del directivo como un líder académico cuyas acciones definen la ocurrencia de eventos importantes en las escuelas, en el estado su participación en los procesos formativos (organizados por la Coordinación Estatal del Programa Nacional de Lectura), a los que han sido convocados, lamentablemente no fue constante.”[15]
Los esfuerzos, entonces, se diluyen, y los resultados no se hacen esperar. Es menester que, a partir de un proceso particular de intervención, se generen condiciones favorables para el ejercicio democrático de la palabra en la escuela. Un proyecto de intervención que proponga al directivo como promotor de la corresponsabilidad de los resultados educativos al involucrar a las diferentes figuras actuantes en las escuelas, así como el aprovechamiento de los recursos con los que cuentan las escuelas de sus zonas, y que promueven el fortalecimiento de la lectura como “…la posibilidad de incidir en los procesos de aprendizaje permanente y autónomo del individuo, (y su conformación) como una actividad cotidiana del ser humano (que) permite el desarrollo de habilidades intelectuales superiores…”[16] a la larga influirá en la calidad de los aprendizajes de estudiantes y docentes y, por ende, en su calidad de vida.
En suma, para el logro de este propósito, habrá que identificar las necesidades formativas de los supervisores escolares, así como las competencias que deberá desarrollar para el logro de una función que promueva en los directivos y las escuelas, condiciones para el desarrollo de la lectura y la escritura como una actividad cotidiana que garantice la mejora de los aprendizajes.
Así, es ineludible que un proyecto que medie entre los supervisores y las escuelas y que les acompañe en un trayecto hacia la propuesta de democratización de la palabra (hablada, escrita o en imágenes), debe procurar que esta importante figura educativa:
·         Incorpore “…en la gestión institucional la participación del colectivo escolar y los padres de familia para generar condiciones de corresponsabilidad en la mejo­ra del logro académico de los estudiantes.
·         Promueva la gestión democrática y la creación de ambientes de respeto, tole­rancia, inclusión, equidad, apego a la legalidad y aprecio por la diversidad, para la promoción de competencias ciudadanas en la comunidad escolar.
·         Aplique habilidades comunicativas para favorecer el diálogo en la resolución de conflictos y favorece relaciones interpersonales propicias para el respeto y el aprendizaje colectivo.
·         Promueva la implementación de proyectos escolares e involucra al colectivo docente en su diseño, desarrollo y evaluación continua para la mejora perma­nente de los aprendizajes de los alumnos.”[17]
Población seleccionada para el desarrollo del trabajo.
Aun cuando la lectura y la escritura son procesos en los que los seres humanos nos involucramos mucho antes de la etapa de educación formal, es en la escuela donde se da un tratamiento sistemático a estas dos competencias para el aprendizaje de todas sus características y convenciones. La escuela primaria es la encargada de los primeros contactos con la convencionalidad, por ello es necesario que todos los integrantes de la comunidad escolar unan esfuerzos para el logro de un ambiente alfabetizador por excelencia.
Es entonces cuando cobra importancia la elaboración de un proyecto escolar que contemple acciones que coloquen a las bibliotecas escolares y de aula como el centro académico de la escuela; que las contemple como instancias donde la palabra reine en todas sus formas, y sean espacios de encuentro entre distintas figuras, que se responsabilicen de sus propios aprendizajes y se corresponsabilicen del de los demás.
En el estado, la educación primaria es la que tiene una mayor cobertura, se atiende a través de dos subsistemas: federal, que se distribuye en 23 sectores y abarca un total de 171 zonas escolares; y el estatal con 16 sectores y 90 zonas escolares.
Subsistema
No. de sectores
No de zonas
Federal
23
171
Estatal
16
90
Fuente: Elaboración propia con base en los datos estadísticos de fin de curso rendidos por las jefaturas de sector al nivel primarias de la Secretaría de Educación Pública en el estado de Puebla.
En el municipio de Atlixco, ubicado al suroeste de la ciudad de Puebla, con un clima templado la mayor parte del año, por el que merece la denominación de “El mejor clima del mundo”[18], se ubican dos sectores de escuelas primarias, el 2 Federal y el XVI Estatal, que atienden un gran número de estudiantes, como se puede ver en los siguientes cuadros.
El sector XVI estatal integra dos zonas escolares y atiende un total de 26 escuelas, de las cuales 17 son oficiales y nueve particulares.
Zona escolar
Escuelas oficiales
Escuelas particulares
Hombres
Mujeres
Total
019
8
4
1434
1452
2886
050
9
5
1479
1450
2929
Total
17
9
2913
2902
5815
Fuente: Elaboración propia con base en los datos estadísticos de fin de curso rendidos por las jefaturas de sector al nivel primarias de la Secretaría de Educación Pública en el estado de Puebla.
El sector 02 federal se encuentra ubicado desde el centro hasta la periferia de Atlixco, Puebla y comprende 8 zonas escolares. Atiende un total de 113 escuelas.
Zona escolar
Escuelas
Hombres
Mujeres
Total
015
14
2,275
2,133
4,408
016
16
1,942
1,845
3,787
045
14
1,207
1,205
2,412
055
17
1,770
1,664
3,434
067
19
1,935
1,257
3,192
108
19
1,637
1,519
3,156
109
9
932
890
1,822
134
7
694
713
1,407
Total
115
12,392
11,226
23,618
Fuente: Elaboración propia con base en los datos estadísticos de fin de curso rendidos por las jefaturas de sector al nivel primarias de la Secretaría de Educación Pública en el estado de Puebla.
Es claro que trabajar con los supervisores escolares del sector 02, puede incidir, como punto final, en un gran número de estudiantes.
Aun cuando el trabajo de los supervisores no alcanza directamente el aula, la intervención de ellos con los directivos, y el acompañamiento a partir del establecimiento de trayectos formativos, trabajo colegiado y seguimiento a las acciones planeadas puede, en un mediano plazo, transformar las condiciones deficitarias de las escuelas, para transformarlas en oportunidades de aprendizaje para los y las estudiantes y, por ende, de los niveles de logro académico.


[1] Entendidas como la capacidad adaptativa, cognitiva y conductual que despliega un sujeto como respuesta a una demanda y que se observa en un desempeño concreto. Es una meta terminal y procesual que incluye un saber pensar para poder hacer, ser y vivir en sociedad. Frade Rubio, Laura. La evaluación por competencias, Edit. Inteligencia Educativa, 3ª. Ed, México 2009, p. 7
[2] Secretaría de Educación Pública. Acuerdo 592 por el que se establece la Articulación de la Educación Básica. Primera Edición Electrónica, México 2011, pp 30 y 31
[3] Entre los cambios curriculares se halla el establecimiento del enfoque sociocultural; la política de fomento al desarrollo de las competencias comunicativas de docentes y estudiantes de educación básica es el Programa Nacional de Lectura y una de las alianzas nacionales con organismos externos al Sistema es la campaña Leer es divertido, que consta de diversas estrategias y cuyo principal propósito consiste en el incremento de estudiantes (4.1 millones) que en la prueba ENLACE alcancen niveles de logro bueno y excelente en comprensión lectora (Convenio firmado entre la SEP Federal y el Consejo de la Comunicación)
[4] Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El Programa PISA de la OCDE. Qué es y para qué sirve. P. 3
[6] Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El Programa PISA de la OCDE. Qué es y para qué sirve. P. 5
[7] Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El Programa PISA de la OCDE. Qué es y para qué sirve. P. 11
[8] IBIDEM
[11] Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Encuesta Nacional sobre Prácticas de Lectura 2006, p. 115
[12] Secretaría de educación Pública Federal. Modelo de Gestión Educativa Estratégica, p. 64.
[13] Secretaría de educación Pública Federal. Un modelo de gestión para la supervisión escolar, pp. 34-35
[14] Secretaría de educación Pública Federal. Un modelo de gestión para la supervisión escolar, p. 58
[15] Secretaría de Educación Pública del Estado de Puebla. Plan Estatal de Lectura 2012 (versión electrónica). P. 17
[16] Secretaría de Educación Pública del Estado de Puebla. Memoria de Gestión 2005-2011 (versión electrónica). P. 22
[17] Secretaría de Educación Pública. Marco para el diseño y desarrollo de programas de formación continua y superación profesional para maestros de educación básica en servicio 2011-2012. (versión electrónica) p. 15
[18] Este clima propicia la mayor parte de sus actividades económicas como la agricultura, floricultura, ganadería, apicultura, industria, pesca, minería, turismo y comercio. En su mayor parte está conformado por comunidades rurales, algunas de ellas zonas de bajo y muy bajo desarrollo. Es una región altamente expulsora de migrantes hacia Estados Unidos de Norteamérica.